martes, 30 de agosto de 2011

¿Toda vida pasada fue mejor?

Antes, la vida era más fácil y más plácida, las mujeres no trabajaban fuera de la casa y sus vidas se sucedían sin grandes sobresaltos y sin tanto alboroto. Escuchaban la radio, cosían, tejían y supervigilaban el cuidado de sus hijos. Tenían casas espaciosas, donde, muchas veces albergaban algún pariente soltero o viudo/a.

Los hombres iban a trabajar en empleos que, en la mayoría de los casos, eran para toda la vida. Para hacerlo, tomaban un tranvía o sólo caminaban, pues las distancias no eran tan largas.

Hoy todo eso cambió, para bien o para mal, depende del cristal con que se mire. Las mujeres irrumpieron en el mundo del trabajo, nadie las reemplaza en su rol de madres, a veces, con suerte, se dispone de ayuda para las tareas hogareñas. Los colegios las conminan a participar de los eventos escolares y en las tareas de sus hijos. Deben siempre andar impecables y hacer su trabajo en forma ejemplar, para no ser reemplazadas por un hombre. Las casas son cada día más estrechas y los hijos más demandantes.

Los hombres a su vez, ya no tienen el trabajo asegurado de por vida, hay que estar siempre alerta, pues ya no basta con tener un título, ahora se requiere post-título, doctorado, etc. Se tienen que estar capacitando permanentemente para no quedar atrás, además ahora son más colaboradores en el hogar, pues la mujer también debe cumplir con su horario de trabajo.

La pregunta es: ¿Toda vida pasada fue mejor?

Yo creo que la respuesta la tiene cada uno de nosotros, algunos dirán que antes era más fome, que había menos oportunidades, que hoy se viaja más y con más facilidades, que hay más máquinas que ayudan en las tareas diarias, que la televisión y el internet nos mantienen comunicados con el mundo, otros dirán que en esos años había más tiempo para establecer amistades verdaderas, más tiempo para pensar, leer, más vida de hogar, etc.

Lo importante es pensar que cuando llegamos a ser mayores, podemos hacer este tipo de evaluaciones, porque nosotros sí hemos vivido las dos situaciones y podemos comparar y confrontarlo con nuestras propias experiencias, o sea, tenemos opinión informada de primera.

Esa tranquilidad que tenemos debemos apreciarla y pensar que ahora deberíamos hacer lo que queramos con nuestras vidas, porque ya hicimos con lo que la sociedad nos pidió, formamos familias, trabajamos en lo que nos correspondía. Si lo hicimos bien o mal, lo hicimos con buenas intenciones, nadie nos puede culpar. Fue nuestra experiencia y sobre ella descansaremos y gozaremos la vida que nos queda, con alegría del deber cumplido.

MARTA LARRAECHEA B.